viernes, 8 de mayo de 2020

Sin Parlamento no hay futuro

(Artículo publicado en El Diario Norte el 7 de mayo de 2020)

El pasado jueves 30 acudí a la reunión de partidos convocada por el lehendakari Urkullu para valorar una posible convocatoria electoral de cara al mes de julio. La reunión de pastores terminó sin acuerdo y con la oveja “Democracia” moribunda. Veremos qué sucede el día 14, pero la cosa pinta mal para que Euskadi recupere cuanto antes una situación de normalidad democrática que perdimos en el momento en que se anularon las elecciones del 5 de abril como consecuencia del estado de alarma, dejando al país sin Parlamento, y a la ciudadanía sin un horizonte temporal en el que poder ejercer su derecho fundamental al voto.

En esa reunión el Partido Popular reclamó “certidumbres” para poder convocar las nuevas elecciones. Por desgracia, ha quedado demostrado que, en esta situación de pandemia, “certidumbre” es lo único que nadie va a poder asegurar, ni ahora ni en el futuro cercano. Por lo tanto, ligar las elecciones a un escenario de “certidumbre” equivale a posponerlas sine die, con las graves consecuencias económicas y sociales que ello comportaría para el país.

No me sorprende esa postura de la derecha vasca. Su posicionamiento coincide con un discurso que sectores populistas de ultraderecha llevan semanas difundiendo a los cuatro vientos, el de que la política y “los políticos” no nos van a sacar de esta crisis. Abonan así el terreno para una “solución” que, superando la política -es decir, el ordenamiento democrático-, nos devuelva las “certidumbres” supuestamente arrebatadas por el Gobierno de Sánchez.

Sí me extraña, sin embargo, que esa postura haya encontrado eco en algunas fuerzas de izquierdas, particularmente en EH Bildu y Podemos. Es cierto que la emergencia sanitaria que hemos vivido durante los dos últimos meses no era la más propicia para celebrar las elecciones. Las prioridades eran otras. Pero, gracias al comportamiento ejemplar de la sociedad vasca, Euskadi entra en una nueva fase donde iremos recuperando paulatinamente nuestras rutinas sociales y empleos, sin olvidar que seguimos conviviendo con la epidemia y que debemos extremar las precauciones sanitarias. Por eso, a los partidos nos toca explicar -y defender- que convocar las elecciones es un paso fundamental en ese camino hacia la “nueva normalidad”, y no un obstáculo para ese avance o, cuanto menos, una obligación indeseable.

La representante de Podemos ha afirmado que hay que elegir, “o elecciones o reconstrucción”. Argumenta que las elecciones implican “confrontación”, algo incompatible con los acuerdos necesarios para acometer esa reconstrucción. Imagino que “confrontar” es la forma de entender la política de la señora Gorrotxategi. No la comparto. Para mí, la campaña electoral es precisamente la oportunidad de explicar las propuestas de EQUO Berdeak para afrontar la reconstrucción, y de intercambiar ideas con la ciudadanía que nos permita dibujar la mejor solución para Euskadi.

Por su parte Arnaldo Otegi defiende que “ahora no toca elecciones”. En su lugar, ha urgido de nuevo a crear una Mesa de “Concertación Nacional”, formada por partidos y agentes sociales para afrontar la reconstrucción del país. Me pregunto cómo se elegirá esa Mesa, y si su representatividad será mayor que la de un Parlamento legítimamente elegido en las urnas. Lo dudo.

Dejemos de hacernos trampas al solitario: sin elecciones no hay Parlamento, y sin Parlamento, no hay posibilidad de control efectivo del Gobierno. Tampoco se podrán aprobar o modificar las leyes que este país necesita para salir de la crisis sanitaria, social y económica en que se encuentra. No es a Urkullu, al PNV o al PSE a quienes más interesa que haya un Parlamento operativo: es a la oposición, es a la democracia.

Como ciudadano, estoy deseando que el próximo verano la sociedad vasca hayamos podido recuperar la normalidad social, dentro de lo que cabe. Espero que podamos pasear, ir a la playa, tomarnos unas cañas, estar con nuestra gente e incluso poder ir de fiesta, aunque sea con mascarilla. Imagino que es un deseo compartido con el resto de candidatos y candidatas a las próximas elecciones autonómicas.

Ahora bien, como político no me gustaría que lleguemos al verano sin habernos preguntado antes qué pasa con esas elecciones, sin haber interiorizado la importancia de la política para salir de esta encrucijada en la que nos encontramos, sin darnos cuenta de que, desde el punto de vista de una normalidad democrática, sin Parlamento no hay futuro posible.

Con el hogar no se juega

(Artículo publicado en El Diario Norte el 11 de abril de 2020)

Si algo nos está enseñando la situación actual es a darnos cuenta de cuáles son las cosas importantes en la vida. Sin ir más lejos, el coronavirus nos ha dejado claro que la mejor garantía para proteger nuestra salud es disponer de un buen sistema sanitario público.

El confinamiento también nos ha permitido valorar más nuestro hogar como refugio, como un espacio donde cobijarnos cuando fuera vienen mal dadas. Me refiero al hogar en un sentido amplio: el lugar que compartimos con nuestros seres queridos, el espacio donde desarrollamos nuestras aficiones, el sitio que nos conforta.

Sin embargo, en medio de esta nueva conciencia colectiva, el Gobierno Vasco ha permitido que 500 familias de los barrios de Salburúa y Zabalgana sientan amenazado el futuro de sus hogares. Ha autorizado que 500 pisos de VPO destinados al alquiler social pertenecientes a la Caja Vital pasen a manos del fondo de inversión Catella, perteneciente al dueño de Ikea. Con su permiso, nuestro Gobierno facilita que las decisiones sobre el precio y las condiciones del alquiler de estas 500 familias pasen a tomarse en Suecia, donde nadie sabe quién vive en esos pisos, ni cuáles son sus preocupaciones o necesidades. Es el mercado, oiga.

Tampoco se entiende por qué la Caja Vital ha decidido vender esos pisos a espaldas de la sociedad alavesa, aprovechando que ahora mismo la ciudadanía no tiene capacidad de respuesta. En este momento no tiene necesidades de dinero para mantener su obra social. ¿Es acaso una imposición de Kutxabank, que lleva años vendiendo sus inmuebles y sus participaciones industriales para hacer caja? ¿Dónde han quedado los objetivos sociales bajo los que se crearon las cajas vascas? Eso es algo que tendrán que explicar los patronos del PNV y PSE.

Porque, incluso si fuese necesario vender, ¿no habría sido más lógico que estos pisos los adquiriese el propio Gobierno Vasco, a través de la agencia Alokabide? Si los compra un fondo de inversión es porque a medio plazo prevé que esa inversión le proporcione intereses sustanciales. Entonces, ¿por qué no mantener ese beneficio en el ámbito de lo público, al mismo tiempo que se garantiza el interés social y la estabilidad de las familias? ¿A quién interesa que las ganancias se las lleve la iniciativa privada? Sin duda, a quien antepone el mercado a las personas y defiende una concepción neoliberal de la economía y de la vida.

Es evidente que esta venta perjudica gravemente a la ciudadanía alavesa pero, más aún, a la juventud gasteiztarra, que a partir de ahora verá reducidas sus opciones de encontrar vivienda de alquiler pública y social en Vitoria. Más pisos en manos de fondos de inversión hoy, es garantía de más especulación mañana, y de futuras subidas en los precios de los alquileres en toda la ciudad.

En momentos de incertidumbre como éste, nuestra sociedad necesita disponer de un mercado de vivienda de alquiler asequible para quien más la necesite. Necesitamos gobernantes que refuercen la sanidad pública y garanticen el derecho a una vivienda digna para todas las personas.

La crisis del coronavirus también nos ha hecho caer en la cuenta de que nuestra salud o la seguridad de nuestros hogares enlaza con lo que pensamos pero también, por supuesto, con lo que votamos. Nuestra salud y nuestra estabilidad futuras dependerán de quién nos represente, nos defienda y nos guíe en la travesía incierta que se nos avecina… sin dejar a nadie atrás.