martes, 8 de agosto de 2017

El valor de la compasión / Errukiaren balioa

Azken egunotan asko hitz egin dute Kepa del Hoyo presoaren heriotzaren ondorioz, eta analisi zorrotzak izan dira nagusi. Hori dela eta, gogora etorri zaizu orain dela 20 urte Arrigorriagan bizi nintzeneko antzeko gertaera latz bat, Juan Carlos Hernando presoaren heriotzarena. Garai hartan ikasi nuen errukia dela gakoa, bai familiaren sufrimendua errespetatzeko orduan, bai Euskadin bizi izan duguna gizatasunez aztertzeko ere bai.


Estos días ha sido noticia la muerte del preso de ETA Kepa del Hoyo en la cárcel de Badajoz, a causa de un paro cardiaco. Este lamentable hecho ha dado lugar a un aluvión de análisis y reflexiones acerca del daño causado, el perdón, el arrepentimiento, la política penitenciaria y otros muchos flecos que aún deshilachan la memoria y la convivencia pacífica en Euskadi.

 Imagen del homenaje a Kepa del Hoyo publicada en la página web "naiz.info"

A título personal este suceso me ha retrotraido al horrendo mes de julio de 1997, hace ahora 20 años. Yo era entonces un simple militante pacifista en mi pueblo de Arrigorriaga, y organizaba con otros amigos las concentraciones de Gesto por la Paz. Se acercaban las fiestas del pueblo -Madalenas- y apenas 10 días antes ETA había asesinado a Miguel Angel Blanco. El ambiente en el pueblo era tenso. Mucha gente había dejado de comprar en los comercios regentados por la gente de la izquierda abertzale, algo insólito hasta entonces. La propia concentración de Gesto por la muerte de Miguel Angel tuvo un ambiente bastante cargado, con gente muy indignada por todo lo sucedido.

Y entonces ocurrió. El 21 de julio, la víspera de la festividad de la patrona del pueblo, Juan Carlos Hernando "Peli", un vecino encarcelado por colaboración con ETA y alejado en la cárcel de Albacete, apareció ahorcado en su celda. En Arrigorriaga el desgraciado suceso cayó un mazazo, pero para quienes estábamos en el grupo de Gesto por la Paz la sacudida fue aún mayor. Teníamos que decidir si convocar o no una concentración de repulsa, valorar si aquella muerte era consecuencia o no de la violencia política que acontecía en Euskadi.


Tratando de mantener la cabeza fría, y con la inestimable ayuda de la gente de Gesto, pronto tuvimos claro que sí había que convocar esa concentración, y que había que hacerlo en plenas fiestas, con todo lo que ello implicaba de tensión adicional. Alguna gente cercana se opuso a esa decisión. Tras lo de Miguel Angel Blanco, hubo incluso quien dijo que se lo merecían. Pero aún así seguimos adelante, e incluso decidimos acudir al recibimiento del cadáver programado para el día siguiente.


Comunicado que difundimos en el pueblo en aquellos días


Aquel día 23 de julio hacía mucho calor en la plaza del pueblo. Según la prensa, más de 3.000 personas se agolpaban allí (https://elpais.com/…/1997/07/23/espana/869608805_850215.html). Las cuatro integrantes del Gesto -Karmele, Raquel, Amaia y yo mismo- nos pusimos en una esquina, procurando pasar desapercibidas. No recuerdo nada del homenaje, pero sí la tensión que se respiraba. Cuando terminó el acto, traté de avanzar hacia la tribuna. Yo era el designado para mostrar nuestras condolencias a la familia. Cuando por fin conseguí llegar hasta donde estaban, de repente me asaltó Tasio Erkizia, que entonces oficiaba de jefe de ceremonias de quienes capitalizan el dolor ajeno para sus propios objetivos, como hoy hacen Arnaldo Otegi o Arkaitz Rodríguez. El buen hombre me dijo en voz alta "Aupa mutil, segi aurrera!", mientras me daba unas palmadas en la espalda.

Ese malentendido, que sin duda provocó airadas miradas de más de uno, y que hubiera sido objeto de chanzas en otro escenario menos dramático, sin embargo pasó desapercibido para mí. En ese momento yo ya sólo tenía ojos para el hermano de Juan Carlos, para el intenso dolor que desprendía su mirada perdida, el mismo que 10 días antes había visto también en el rostro de Marimar Blanco. Y en su presencia me invadió un profundo sentimiento de COMPASIÓN, no sólo por ese chico y por su familia, sino también -por qué negarlo- por el propio Juan Carlos, por su pérdida inútil y evitable.


El verano de 1997 pasó, y con él aquellos tristes acontecimientos, espero que para siempre jamás. Pero desde entonces, cada vez que informan de muertes sucedidas como consecuencia -directa o indirecta- de la violencia de origen político, bien sea en Euskadi o en otros lugares de nuestro doliente planeta, antes de analizar el motivo del suceso y de buscar a toda prisa víctimas y culpables, desactivo por un instante a mi pensador crítico para dejar que en mi interior resuene esa COMPASIÓN que sentí aquel día. No sé si eso hace que mi análisis sea más realista o certero, pero sí estoy seguro de que lo hace más humano.

Ciertamente, si cada análisis político que se hace sobre la dispersión llevara aparejada su dosis de COMPASIÓN por el sufrimiento de todas esas familias obligadas a desplazarse cientos de kilómetros para ver a sus seres queridos, este país estaría hoy mucho más cerca de una convivencia estable y en paz. Y, sin duda alguna, si quienes reclaman la empatía de la sociedad para con la situación de las personas presas, hubieran sentido esa misma COMPASIÓN por las víctimas de la violencia de ETA, a buen seguro todo este drama hubiera terminado mucho antes. Quizás ni siquiera hubiera sucedido. Quizás incluso Juan Carlos y Kepa estarían todavía aquí.

En aquellos días de 1997 nadie hablaba todavía de reconocer el daño causado, y mucho menos de compasión. Seguramente es un concepto muy poco político. Pero ese día 23, cuando volví a casa después de una vivencia tan intensa para mis 28 años de entonces, creo que me derrumbé. Y fue en ese momento cuando mi padre, un hombre sensato que siempre prefería pasar de puntillas por el tema de la violencia y sus aledaños, se acercó y me dijo: "Habéis hecho lo que teníais que hacer". Y nunca más he tenido dudas de que así fue. Él no me lo dijo, pero creo que también hablaba desde la compasión.

1 comentario:

  1. José Ramón, también pienso que hicisteis lo correcto convocando en aquella ocasión.

    He nacido lejos de Euskal Herria y puedo decir como se ve el tema presos en España: la mayoría de la gente pasa y no pocos piensan que se lo tienen merecido. Respecto a la muerte de Kepa (del Hoyo) he leído en Twitter y en periódicos online comentarios de la peor calaña, son muy fáciles de encontrar y abundantes. Huelga decir que en el sentido contrario conllevarían buenas multas, pero siento que tratándose de quien se trata cualquiera se siente con libertad para soltar basura por la boca.

    Ahora que está tan de moda el tema este de la «zona de confort» lo traigo aquí: sería bueno hacer el esfuerzo de ponernos en el lugar del otro. Igual no es lo cómodo para quienes llevan años instalados en ciertas posiciones pero puede ser constructivo para mejorar la convivencia.

    Por esta razón el discurso triunfalista y simplista del gobierno de «hemos ganado la guerra contra el terrorismo» me parece muy barato. Y además lo he visto siempre negligente porque ignora una parte de la realidad y mira para otro lado cuando hay mucha gente que sufre.

    Hay un mensaje implícito en lo que dices y es que el sufrimiento es de la misma naturaleza en unos y en otros. Habrá cosas que nos diferencian pero las más importantes nos igualan como personas. ¡Hay que seguir por ahí!

    Besarkada bat.

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