lunes, 1 de junio de 2020

Las multinacionales no sienten cariño. Mercedes, tampoco.

(Artículo publicado en Hórdago El Salto el 29 de mayo de 2020)

No por previsible, el drama del cierre de Nissan resulta menos doloroso. Miles de familias que pierden su modo de vida. Trabajadores y trabajadoras que se dejaron la piel en sacar adelante una fábrica, que hicieron suyos los objetivos de la empresa, y que ahora ven cómo esa empresa les da la espalda y les abandona a su suerte.

Es el mercado global, deslocalizado y aséptico el que dicta las normas de quién se mantiene y quién desaparece. Cuando hay una multinacional por el medio, las emociones y los afectos no tienen cabida. Un trabajador puede cogerle cariño a la empresa para la que trabaja, pero ese sentimiento nunca será recíproco.

Los y las verdes llevamos años diciendo que la industria del automóvil es un mercado en declive, que llegó a su cénit en el momento en que la crisis de 2008 dictó un precio de 200 dólares para el barril de petróleo, al tiempo que la gente se quedaba sin ingresos suficientes para comprar y almacenar varios coches por familia,.

Según los datos oficiales de la Organización Internacional de Fabricantes de Vehículos a Motor (OICA), entre 2011 y 2019 se han fabricado 13 millones de vehículos más de los que se han vendido, lo que equivale a un excedente anual de 1,5 millones de vehículos. Insostenible, ¿verdad? Yo también lo creo.

No han sido las restricciones medioambientales las causantes de este declive. Son los hábitos culturales, que van cambiando. En nuestras ciudades avanza la bicicleta, el vehículo compartido. Los sueldos ya no son lo que eran. Además el coche ya no lleva aparejado un estatus especial entre la gente joven. Prefieren un patinete eléctrico. Es el mercado, amigo.

Los fabricantes de vehículos están sobreviviendo a este derrumbe a base de ayudas públicas, créditos, fusiones, alianzas, recortes de producción, cierres de plantas… mientras se agarran al clavo ardiente del vehículo eléctrico. Hace dos o tres años la reestructuración de este sector industrial era una necesidad. Ahora mismo, con el destrozo que está provocando el coronavirus en las economías de los países industrializados, es una prioridad ineludible.

Los y las verdes de EQUO Berdeak llevamos varios años reclamando la transición ecológica de la industria vasca del automóvil. Nos va mucho en ello: miles de empleos, el 60% de nuestras exportaciones, el 28% del PIB… Por eso resulta incomprensible que el Gobierno Vasco siga mirando hacia otro lado.

Esta misma semana el lehendakari Urkullu ha anunciado que se van a duplicar las ayudas del Plan Renove para la renovación de vehículos. Tiro errado… agua. ¿Dónde se fabrican los vehículos que compramos en los concesionarios? En Francia, en Alemania, en Japón. Por cada diez euros que gasta el Gobierno en “dopar” el mercado artificialmente, no llegará a dos euros lo que revierta en la economía vasca. Dinero público que cae en saco roto por no tener en cuenta que el estímulo debe de ir ligado a adaptar a los nuevos tiempos el producto que se ofrece, y no a “regalar” lo que el cliente ya no demanda.

Pero es que además el mercado del automóvil es global, y por desgracia sólo una pequeña parte del negocio está en manos vascas. Mercedes no es vasca, tampoco lo es Michelín ni Bridgestone. Son multinacionales con decenas de plantas repartidas por Europa y por el mundo. Mercedes exporta el 85-90% de su producción. El dinero gastado aquí no sirve para darle ni un sólo día más de vida, en caso de que desde Alemania decidiesen bajar la persiana.

Los gobiernos no están entendiendo nada. O sí, pero no lo quieren explicar. Países como Francia van a rescatar a sus marcas, pero será a cambio de recuperar la producción externalizada en su día hacia la periferia. En materia automovilística, España es “la periferia”. Un país que ha competido a base de salarios bajos para producir coches baratos. Los de alta gama se han seguido produciendo en Alemania, Japón o Estado Unidos. En caso de dificultades, tenemos las de perder.

Por supuesto, esta descripción es de trazo grueso. Es cierto que, en Euskadi, la situación de la planta gasteiztarra de Mercedes no es la misma que la de Nissan. No debemos establecer paralelismos. Pero si algo nos ha enseñado el mercado es que no conviene descuidarse. Las multinacionales no sienten cariño. Mercedes, tampoco.

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